Como caerse en un pozo (Versus, parte I).


Una vez, hace como quince años, conversando con Javier Bordon sobre el sitio preponderante como autor que tenía Héctor Oesterheld en la historieta argentina, coincidíamos en que desde nuestra experiencia como lectores nunca había tenido ese lugar. Surgieron, como suele pasar en estos casos, los nombres de otros guionistas y finalmente una comparación puntual con Robin Wood, más que nada sobre como concebía "la aventura" cada uno según lo que se podía leer en su trabajo. Igual no voy a desarrollar eso ahora, pero lo que sí quiero contar es que para ejemplificar por qué en principio él había sido un lector de Wood antes que de Oesterheld, Javier usó una analogía con la que me identifiqué bastante: dijo que la historieta era algo así como un territorio por el que transitaba y que estaba lleno de pozos, que podían ser obras o autores, "En el pozo de Wood me caí, en el de Oesterheld no" me acuerdo que dijo y más allá de lo trágica que parezca, siempre estuve de acuerdo con esa analogía.

Por la sencilla razón de que esa idea atribuye el gusto o la identificación con una obra a algo más bien fortuito, accidental. A que el lugar de mayor o menor importancia que pueda tener un autor o una obra para alguien no puede elegirse, no puede forjarse voluntariamente. Te llega o no te llega, te conmueve o no, te habla a vos o a otras personas, no es una decisión. Por supuesto que se puede comprender por qué algunos nombres se vuelven más relevantes que otros, sobre todo si se estudia el medio, sus devenires formales y estéticos, y nos volvemos lectores competentes en ese sentido, pero comprender o valorar es una cosa y conmoverse o disfrutar es otra, muchas veces coinciden, otras no.

Volviendo al ejemplo, yo leí El Eternauta de Oesterheld y Solano López por primera vez en 1996, recién había venido a vivir a Buenos Aires desde La Pampa, donde nací y me crié. Allá no había comiquerías, ni eventos de historieta y además, al menos desde la adolescencia, conocía poca gente con quien compartir historietas, de modo que mi formación como lector fue seguir el rastro de lo que podía conseguir, comprando lo que podía, prestándonos o canjeando con amigos y sobre todo revisando en kioscos que tenían el servicio de canje. 

 Así que venirme a la capital fue como abrir la compuerta a una cantidad inmensa de cosas que me había estado perdiendo, un detalle no menor para sumar al contexto es que me estaba pasando lo mismo con el cine, que era lo que había venido a estudiar, por lo tanto estaba en un proceso de aprendizaje incorporando algo novedoso en mis lecturas hasta ese momento: la crítica, los ensayos, las teorías sobre la narrativa, todo lo que sea "hablar de" me interesaba por demás. Entonces, cuando empecé a leer El Eternauta, ya había leído quichicientos ensayos, notas, menciones en entrevistas y etcéteras al respecto, por lo tanto no cabía en lo más mínimo la posibilidad de que fuera un pozo en dónde caerme, ya me habían enseñado que era una obra importante y por qué. Incluso hasta que por eso "debía" leerlo. 

Entonces, sí, lo valoré, sí, entendí lo que se decía, si, me entretuvo (sobre todo fijarme el recorrido de los personajes en la guía Lumi y reconocer que todo pasaba acá mismo), pero no me conmovió demasiado. Me resultó un esfuerzo leer todo junto algo que había sido pensado para publicarse serializado, por ejemplo, y además, si bien hay cosas suyas que me agradan nunca me gustaron mucho los dibujos de Solano López. Luego con casi toda la obra de Oesterheld me siguió pasando lo mismo. 

En cambio con Wood fue al revés, cuando leí o escuché teorías al respecto de su obra, muchas de sus historias ya me habían atrapado, mucho antes de que me importaran los autores o de entender el "más allá" que puede tener una historieta.

Este "versus" es un ejemplo sin la pretensión de hacer valoraciones. Justamente porque lo que más me importa comentar es que creo que un lector ávido o interesado, probablemente siempre pase por un proceso formativo similar, pero que para completarlo hay que aprender a separar en algún momento el valor que una obra puede tener desde el análisis intelectual, del valor que tiene como impresión, como experiencia propia de lectura. Qué se puede decir o pensar sobre una historieta o sobre sus autores y qué nos pasa cuando las leemos. 

Algo más para poder terminar sin haber sido injusto: cuando ya me había decretado a mí mismo que Oesterheld me resultaba aburrido y lejano, me regalaron Mort Cinder. Y sí, ese fue un pozo donde caí.


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