Para leer al Pato Donald


Junto con esa historieta de Tintin de la que ya hablé acá, y la Mafalda 8 que en lamentable estado todavía conservo, lo más antiguo que recuerdo haber leído fueron historietas de Disney. Pero a diferencia de lo que contaba en aquella entrada, el recuerdo de éstas no es tan nítido, tan puntual, es más bien una sensación de que estuvieron desde siempre. Sí tengo un recuerdo muy, muy antiguo de la imagen de los personajes del Hermano Oso y el Hermano Zorro (Originarios de la película Canción del Sur que nunca ví) y que me remonta a mis tres o cuatro años, pero no recuerdo qué pasaba, tampoco es que luego me gustaron especialmente esas historias, supongo que alguna de mis primeras revistas tendría una historieta donde aparecían que me gustaría mucho o algo así, no recuerdo más que conocerlos desde muy chico.


Más allá de eso lo que quiero contar tiene que ver con que, en general, las revistas de historietas de Disney fueron una de las pocas lecturas que casi nunca interrumpí. En todas las entradas de este blog repito que durante mi historia como lector de historietas fui teniendo diferentes etapas en las que me interesaba más por algunas temáticas y géneros y dejaba de lado otros, sin embargo desde el principio y hasta bien entrada mi adolescencia siempre me gustó leer las historietas de Disney (otras que comparten el mismo récord de permanencia son las de Condorito pero de una manera más azarosa que elegida). 
 
En Argentina durante muchos años se publicaron montones de revistas de Disney de diferentes orígenes, las más populares eran unas co-editadas por Editorial Pincel de Chile y Editorial Tucumán de Argentina que tenían títulos como Mickey, Pluto, Tío Rico, Donald, Tribilín (Para los millennials: Tribilín es Goofy) y Disneylandia y unos “libritos” (formato más pequeño pero con más páginas y encuadernación rústica) que se llamaban Pato Donald de Oro. Más allá de los títulos no había ninguna diferencia entre una y otra, todas traían historietas cortas de cualquier personaje. Las revistas eran en su mayoría de treinta y dos páginas con una cantidad variable de historietas que iban desde historias de una página hasta más de dieciséis.
 
En alguna otra época, o paralelamente no recuerdo, había unas de edición española que se llamaban Don Miki que si bien a mí me gustaban mucho, no soportaba las traducciones de los nombres. Si para mí el personaje que originalmente se llama Uncle Scrooge siempre se había llamado Tío Rico, me fastidiaba que ahí le dijeran Tío Gilito, por ejemplo. Años más tarde ya en los años 90 (cuando me las compraba yo mismo con casi la misma vergüenza que a las historietas con contenido para adultos) empezaron a publicar otras de edición colombiana, eran Disneylandia y Aventuras Disney y también venían en el formato pequeño (el mismo de Don Miki y de Pato Donald de Oro). También editaban ejemplares temáticos como Los Científicos o Los Periodistas.


Yo leía todas por igual, no hacía lo que hago ahora cuando agarro una antología que es leer primero lo que me gusta o me llama la atención y después el resto. O que inclusive puedo llegar a no leer algo si no me gusta. Antes empezaba por el principio y leía una por una hasta el final. Eso no quería decir, sin embargo, que me daban todas lo mismo, las de los patos siempre me parecieron las mejores. por lejos. 
 
Tenía una división importante en la que ayudaba la geografía ficticia. Para mí las mejores eran las que ocurrían en Patolandia, después venían las que pasaban en Ratolandia (básicamente las de Mickey, Tribilín y Pluto) y las demás eran las “de relleno” (que por lo general eran historias mucho más breves con personajes de las películas como Dumbo, Pinocho, los tres chanchitos y el lobo, etc.) 
 
Las historias de los patos siempre me resultaron mucho más entretenidas que el resto. Supongo ahora que porque hay una dinámica entre los personajes que funciona mucho mejor que en las demás, pero ya sea en las historietas con temática de aventuras como en las historias de enredos de la vida cotidiana, los patos me resultaban mucho más divertidos siempre. Al punto que con muchas recuerdo reírme en voz alta. Tenía un ranking de preferencias que sigue intacto hasta hoy y que, en orden de importancia, es el siguiente:

1 - De Donald y Pascual 
2 - De Donald, Tío Rico y los tres sobrinos.
2-  De Pascual en solitario o con su sobrino.
4 - De Donald y los tres sobrinos
5 - De Tío Rico y los tres sobrinos, sin Donald.
6 - De los tres sobrinos.
7 - De Tío Rico en solitario.
8 - De Tribilín en solitario o con Mickey
9 - De Mickey en solitario o cualquier otro personaje que no sea Tribilín.
10 - Todas las demás

Los personajes "perdedores" y anti-héroes siempre me cayeron mejor que los otros, muchos de los personajes principales y secundarios que más me gustaban son de este tipo. Pascual, cuyo nombre original es Fethry Duck  (y en algunas traducciones se llama Patoso) es junto a Donald uno de mis personajes favoritos (De todos, no sólo de Disney) pero a Donald siempre lo registré como a un personaje de animación que aparece en las historietas en cambio Pascual es cien por ciento de este medio al menos hasta donde sé. 
 
Las que más me gustan de de la dupla Pascual-Donald, son esas en las que trabajan como periodistas para un diario que dirige Tío Rico.La relación entre ellos y sus personalidades, que chocan pero a la vez se retroalimentan en cualquier situación, les da a esas historietas un tempo de comedia que siempre me resultó genial.



La única razón que tuve para dejar de leer habitualmente las historietas de Disney tiene que ver nada más que con el propio peso del interés por otros temas y géneros que se dio cuando crecí. No tengo otra razón aunque ahora me surge una sospecha: Quizás en el inicio de mi arco de aprendizaje, cuando estaba deslumbrado por el descubrimiento de que existía la crítica y la teoría sobre historietas, empecé a filtrar todo lo que leía según las valoraciones previas de mis referentes antes que por la propia experiencia. 

Muchas cosas que no encajaban con esas teorías y validaciones varias quedaban afuera. Con el tiempo, por suerte, uno completa ese arco formativo quedándose con lo que le sirve y poniendo un filtro al revés, es decir, tratando de acomodar cada cosa donde va pero sabiendo que la historieta es narrativa y entonces lo más importante es que lo que tiene valor es lo que para cada lector funciona. Saber por qué, cómo o cuánto es algo accesorio o en todo caso, si es necesario, lo es como actividad paralela. Cuando me di cuenta de eso volví a poner las cosas en el lugar que iban y a relacionarme de otro modo con lo que leo, más vinculado a la experiencia que resulta de ese tránsito que es leer historietas, Por esto mismo empecé este blog, claramente.

Por último, que me perdonen los creyentes, pero como fue intencional no puedo obviar la mención al libro de Ariel Dorfman y Armand Mattelart, cuyo título es el mismo que el de esta entrada, aunque sea nada más para decir que me parece que requiere bastante fe (de la religiosa) tomarse muy en serio semejante teoría conspiranoica, casi digna de David Wertham.

Comentarios

joschoque dijo…
yo tengo una histoeta de esas, aunque le faltan unas hojitas del comienzo y el final

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